lunes, 3 de mayo de 2010

Granada y la vida entre culturas

Algo que por cierto podríamos aplicar también a Córdoba. Las ciudades de Al Andalus, cuna del progreso y el arte de la época. Granada, o Garnata como era conocida en los años de mayor prosperidad, es uno de esos enclaves que hechizan a todo el que por él pasa. Uno de esos lugares en los que miras el reflejo del agua y ves algo tras lo más obvio, un trasfondo de otros tiempos, una mirada que nos recuerda a la historias de León El Africano. Una época en la que caminar por esas estrechas y empinadas calles era símbolo de tolerancia, convivencia entre culturas que hoy muchos consideran opuestas. Craso error, la historia, o lo que nos llega de ella, nos enseña que la fusión es posible, incluso podríamos ir más allá y decir que la fusión es una necesidad para la prosperidad y la evolución de los pueblos.

La tierra de la Alhambra nos plantea una ciudad diferente, aún hoy se percibe la preponderancia de las culturas del norte de África sobre la castellana. Es algo difícil de explicar, pero así es. Sus calles, de complicado diseño, el carácter de la ciudad y sus habitantes, los olores, el color,… un mezcla de factores, quizás una posición geográfica, tal vez el cúmulo de historias y leyendas… un algo indecible que nos embauca hasta que nos rendimos a sus pies, como la vega que cae sobre la sierra blanca y nos lleva al mediterráneo más tropical. Él ajeno se siente en casa, una casa que acoge en sus brazos a todo el que la desea, meciéndolo hasta sentir el agua, sentirse el agua. Agua que recorre la ciudad antigua de forma discreta, como esos canales que bañan la Alhambra, llevándonos a una lugar de tranquilidad, de reposo, donde el tiempo no pasa, donde la prisa no llega. Y aquí caemos ante ella, sabiendo que nos ha atrapado con la misma delicadeza, con la misma sutileza, que crearon sus leyendas.

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