El origen de la ciudad que hoy conocemos fue cárcel británica y uno de los centros de la fiebre del oro. Sídney es, a día de hoy, una súper urbe al estilo anglosajón. No se puede decir que sea el lugar más confortable del mundo, ni con la mejor arquitectura, pese al Opera House, pero es, y eso es innegable, una ciudad bastante peculiar e incluso llamativa.
Peculiar por la propia naturaleza sobre la que se levanta, repleta de islas e islotes, rodeada de parques en las afueras. También por el hecho de que más del 30% de la población haya nacido en el extranjero, aunque no se rompe el fuerte carácter que tiene la ciudad desde sus origenes coloniales por ser la mayoría de ellos nativos del Reino Unido, Irlanda, EEUU… Sí que se percibe el incremento en los últimos años de árabes, asiáticos o africanos, lo que le aporta un poco de chispa al carácter de la propia urbe.
Aunque, si nos tumbamos en un lugar alejado, bajo el sol austral, quizás nos podamos trasladar al mundo que regía a los auténticos aborígenes, al Tiempo de los Sueños. Esa era su religión y el espectro que marcaba sus vidas. Si logramos que nuestra mente se aproxime a ese concepto podemos “volar”, en su mejor acepción, sentir como la brisa nos acaricia hasta trasladarnos en el tiempo, abrimos los ojos y vemos como todo es diferente. La ciudad ya no es tal, desaparecieron los rascacielos, el bullicio, podemos contemplar especies ajenas al hombre occidental. Razones más que suficientes para querer conseguir unos vuelos baratos a Sydney.
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