miércoles, 26 de mayo de 2010

La ciudad que adoraba a Isis

París, la ciudad de la luz, internacionalmente conocida por su arquitectura, sus museos y su ambiente bohemio sigue escondiendo secretos ajenos a la mayoría de nosotros. Uno de los que más me llamó la atención fue una curiosas historia que un día me contaron y posteriormente he podido comprobar su realidad.

Las teorías sobre el nombre de la ciudad son diversas, sin embargo, una sorprendente pero reconocida como viable es la que nos habla del culto a la diosa egipcia Isis. Esto se fundamenta en una estatua muy antigua, encontrada en Saint Germain des Pres.

Esta figura mostraba un silueta femenina, de color negro, delgada y alta, casi desnuda. Esto, unido a otros indicios, llevaron a pensar a ciertos estudiosos en la diosa de tierras del Nilo. Este pueblo, llamado pariisis, etimológicamente puede tener un significado sorprendente, “Casa de Isis”.

De hecho, este pueblo no solo dio nombre a la capital francesa, si no que también lo hizo con otras localidades como Villeparisis o Fontenay en Parisis, entre otros.

Curiosa relación histórica que, al menos, puede resultar sorprendente.

lunes, 10 de mayo de 2010

El Cairo, paseando entre faraones y dioses de la antigüedad

El Cairo, la fuerte o la victoriosa en árabe, una de las ciudad con mayor densidad de población del mundo. La vida aquí gira y siempre lo ha hecho en torno al río Nilo, base de la cultura y la razón de cualquier asentamiento que aquí hubo.

La evolución hasta llegar a la ciudad que hoy conocemos ha sido compleja, pasando por numerosas culturas e influencias, caso de la conquista por parte de los mamelucos, un pueblo de esclavos guerreros de origen variable, por lo general eslavo, turco o ruso; los turcos también controlaron la ciudad, hubo un breve paso de las tropas napoleónicas y otra, algo más extensa, de los británicos, quienes la incorporaron a sus colonias.


Aunque quizás la época de mayor resplandor de su cultura fueron los años de los faraones, los años de grandeza de los pueblos del Nilo. Las distintas fases del imperio y sus gobernantes nos dejaron como recuerdo y huella imborrable, pues ni el imponente avance de las dunas consiguió borrarlos totalmente, las obras de su arquitectura y escultura.


Todo el mundo piensa en la tierra de las pirámides, y es cierto, siempre que no olvidemos los palacios medio escavados en la piedra, los llamados semiespeos, o los que están en ella totalmente incrustados. Aquí nos encontramos el conocido Templo de Abu Simbel, obra impresionante que nos recuerda la poderosa técnica de este pueblo.


En los referente a la escultura, las famosas androesfinges, medio humanas, medio animales. Responsables de tantas leyendas e historias que han llegado hasta nuestros días con el misticismo de otros tiempos.

Por supuesto, todo gira en dador de vida, el Nilo. Fuente de alimentos y de riquezas que abonan la tierra.


lunes, 3 de mayo de 2010

Granada y la vida entre culturas

Algo que por cierto podríamos aplicar también a Córdoba. Las ciudades de Al Andalus, cuna del progreso y el arte de la época. Granada, o Garnata como era conocida en los años de mayor prosperidad, es uno de esos enclaves que hechizan a todo el que por él pasa. Uno de esos lugares en los que miras el reflejo del agua y ves algo tras lo más obvio, un trasfondo de otros tiempos, una mirada que nos recuerda a la historias de León El Africano. Una época en la que caminar por esas estrechas y empinadas calles era símbolo de tolerancia, convivencia entre culturas que hoy muchos consideran opuestas. Craso error, la historia, o lo que nos llega de ella, nos enseña que la fusión es posible, incluso podríamos ir más allá y decir que la fusión es una necesidad para la prosperidad y la evolución de los pueblos.

La tierra de la Alhambra nos plantea una ciudad diferente, aún hoy se percibe la preponderancia de las culturas del norte de África sobre la castellana. Es algo difícil de explicar, pero así es. Sus calles, de complicado diseño, el carácter de la ciudad y sus habitantes, los olores, el color,… un mezcla de factores, quizás una posición geográfica, tal vez el cúmulo de historias y leyendas… un algo indecible que nos embauca hasta que nos rendimos a sus pies, como la vega que cae sobre la sierra blanca y nos lleva al mediterráneo más tropical. Él ajeno se siente en casa, una casa que acoge en sus brazos a todo el que la desea, meciéndolo hasta sentir el agua, sentirse el agua. Agua que recorre la ciudad antigua de forma discreta, como esos canales que bañan la Alhambra, llevándonos a una lugar de tranquilidad, de reposo, donde el tiempo no pasa, donde la prisa no llega. Y aquí caemos ante ella, sabiendo que nos ha atrapado con la misma delicadeza, con la misma sutileza, que crearon sus leyendas.